La Laguna de Llanganuco en la Provincia de Yungay

Bellas lagunas de aguas color turquesa, famosas en el Perú y el mundo, ubicadas a 84 kilómetros noreste de Huaraz, y 25 km de Yungay.

El Coloso Nevado Huascarán con su 6768 msnm en Yungay

Un día, dos amores se congelaron, luego de un tiempo estas dos aún siguen congeladas bajo una cara sonriente.

El nevado Huandoy de Yungay 6.395 msnm

El Huandoy es una de las más imponentes montañas de la Cordillera Blanca. Su nombre nativo es “tullparaju”, que proviene de vocablo quechua “tullpa”.

Desfile de estudiantes de I.E.P.E. "Sata Inés"

Es allí cuando uno conoce a los amigos del alma, a los compañeros de siempre, aquellos espíritus también errantes que se reencontrarán algún día.

Cueva de Guitarreros de la Provincia de Yungay

A 2 kilómetros del distrito de Shupluy, y a 6 kilómetros Sur de Yungay, en las faldas de la Cordillera Negra, en el Callejón de Huaylas.

Cristo Rey en el Cementerio de Yungay

Fue diseño del arquitecto suizo Arnoldo Ruska, Francisco Torres presidente de la Beneficencia Pública de Yungay autorizó y se hizo realidad.

sábado, 24 de mayo de 2025

VESTIMENTA YUNGAINA

VESTIMENTA YUNGAINA

El traje Yungaina
VESTIMENTA YUNGAINA

Como en las áreas andinas del departamento de Ancash se distingue por su suntuosidad, especialmente el femenino. Está compuesto por las prendas comunes de la indumentaria tradicional: pantalón, camisa y poncho en los varones; falda, blusa y manta en las mujeres, aunque con características locales, particularmente en el Callejón de Huaylas.
El modo en el vestir ha sido la expresión de épocas, situaciones y status. Parte del estudio que se hace de la historia pasa por conocer la vestimenta de hombres y mujeres; mantos, terciopelos, brocados o sencillos faldones son una expresión de una época y de relaciones de dominio y jerarquía de los que en ella vivieron.
VESTIMENTA YUNGAINAActualmente se usan todas las tendencias, desde lo más clásico a lo exótico y la fuerza y el despegue de lo étnico. Es por ello que puede afirmar que detrás de la moda de un pueblo está lo psicológico, lo social, político y étnico que le da sustento. 
En el bastión del territorio peruano muchos siglos antes de la llegada de los españoles, el Imperio Incaico conocía todos los secretos del arte del telar; entre los muchos accesorios que se usaron, tenemos: el chumpi, la lliclla, la chuspa (bolsa) y el chullo. Varían sus estilos, colores o formas de tejer pero siempre tienen el mismo uso; basado a esto dominaron diferentes técnicas para el brocado, en las que utilizaron: hilos de oro y plata, alas de murciélago, cabellos, chaquiras, placas de metal, conchas marinas, etc.
La mayoría de los tejidos peruanos antiguos aparecían decorados con motivos que variaban desde formas geométricas abstractas, cuadrados rectángulos y grecas, hasta imágenes estilizadas de aves, peces, animales y seres humanos. Los incas eran expertos bordadores.
Siendo el Perú un país pluricultural y multilingüe, ubicado en una tierra sorprendente en riqueza natural y/o cultural, expresa su extraordinaria diversidad también en las formas de vestir de cada región, ciudad, pueblo, comunidad campesina y/o poblado, en las que, para cada ocasión cotidiana o festiva se utilizan las prendas que correspondan.
El folklore ancashino es tan vasto, tan singular y polifacético, cualquiera que sea su categoría. Algunas danzas autóctonas aun preservan su vestuario original, confeccionado a base de lana de oveja, conocida como bayeta tejida, con bordados que demuestran su simbolismo; en él los pobladores plasman nuestra propia cultura.

Las mujeres yungainas por lo común visten blusas de colores claros con rosado, celeste, lila o blanco, confeccionadas de tela de seda o de algodón y adornadas con blondas, flecos, grecas y algunas bordados hechos con sencillas puntadas representando aves, flores o simples motivos simétricos. Llevan superpuestas varias polleras de bayeta negra, azul oscuro de colores intensos, que en algunos lugares adornan con cintas, alforzas y pespuntes. Al igual que en las áreas rurales de la sierra norte y central, las polleras interiores son desde la cintura hasta la cadera de tela delgada de algodón y las bordan con tirillas. En ciertos pueblos se ponen sobre la falda superior de bayeta una de seda y otra de percala. Ciñen por lo general la cintura con las policromas de lana, tejidas mayormente por artesanos de Yungay, especializados en esas labores.
VESTIMENTA YUNGAINALas mantas con que se abrigan son la lana azul, rosado intenso, granate u otros colores, según los pueblos, adornadas generalmente con pespuntes armando volutas o flores, y orladas con flecos y cintas. Usan sombreros de lanas o de paja, que en ciertos lugares adornan de manera característica con cintas de colores, borlas y “bellotas” o pompones de lana. En el distrito de Yungay y en otras poblaciones acostumbran colocarse la manta sobre el sombrero durante las horas de mucho calor, lo que produce un efecto muy original. Para las fiestas y ferias dominicales se adornan con pendientes de plata en las orejas, gran cantidad de collares de cuentas de colores y anillos en los dedos de la mano.
Actualmente usan ojotas. Hasta aproximadamente la década del 50 caminaban descalzas, y hoy como entonces sólo para las fiestas o ferias usan zapatos las de mayores recursos, que suelen llevar en la mano desde el caserío hasta el lugar donde los lucirán como demostración de elegancia.

VESTIMENTA YUNGAINALos varones yungainos visten pantalón y chaleco, a veces también saco, hechos de bayeta azul oscuro o en color natural. Se sostienen el pantalón con una faja multicolor tejida generalmente por los artesanos especializados de Yungay. La camisa, así como el pantalón interior que acostumbran llevar son, por lo común, de tocuyo blanco. Los ponchos son muy hermosos, tejidos de lana a veces tramada con fibras de algodón y decorados mayormente con listas verticales de color sobre fondo ocre, marrón, gris o negro, siguiendo la costumbre local de cada pueblo. Mientras trabajan lo llevan echando una punta a cada lado sobre los hombros, de manera de tener libres los brazos. Usan indistintamente tradicionales sombreros de paja, manufacturados en la costa norte, o de lana de oveja en color natural o teñida de gris u ocre, y también industriales de paño.
Calzan llanqes, ojotas cuya suela actualmente hacen de llanta, y a veces zapatos, como demostración de buena situación económica.
Colgada al hombro va la indispensable Tiksha de origen prehispánico, bolsa rectangular de cuero o tejida que les sirve para portar sal, coca, dinero y objetos pequeños. Cuando viajan llevan sus enseres y productos comerciales en alforjas tejidas.
Claro está, que algunas  vestimentas tanto en varón y mujer incluso en niños y niñas de hoy ya no perduran.

CARACTERÍSTICAS RELEVANTES DEL VESTUARIO

Mujeres (warmis)
Usha Tsuku: (sombrero de lana de oveja) de color marrón denominado raspa tsuku (sobrero color chancaca con una blonda dorada con agregado de cinta de colores de galón de lana todas ellas tienen su caída a ambos costados de ala del sombrero, llevando recintos hechos de la misma cinta de lana).
Wellqa = Collar: Los collares son sostenidos con cinta de lana hechas de piedras comunes y con medallas de plata en todo el cuello con cinta de lana.
Zarcillo = Arete: Denominado pendientes son hechos de plata y oro representando formas propias de la joyería regional.
Säku = Blusa: De colores verde y rojo hechas de tela brocada. Adornados con blondas en el pecho, cuello y puños de la manga acompañado con grecas de colores.
Äku = Lliclla = Manta: Hecha de bayeta de castilla de color negro con borde azul.
Rurimpa = Polleras: Son hechas de bayeta castilla con adorno en su contorno bordado a mano o máquina y llevan de 3 a 5 rurimpas.
Saya: Es una amplia de color negro hecha de bayeta castilla adornado con blondas blancas delgadas y con greca de colores es sujetada a la cintura por una faja delgada llamado TSEQLLA WATU, Mayormente cubre las polleras.
Llanqe: Hecho de llanta delgadas, con adornos discretos, portados en los pies.

Varones (ollqus)
Tsuku: (sombrero de lana) de color marrón oscuro, con ribetes de color vivo adornado con borlas y una cinta del terciopelo negro.
Camisa: Prenda hecha de bayeta o tocuyo blanca de corte especial llevando chaleco de corte indígena, encima de todo ello usan una especia de coton de bayeta denominado kushma.
Poncho: Es hecha con hilos de lana de oveja y tejido a mano con kallwa, de color marrón con listas crema o blancas por su tamaño se denomina poncho redondo o rumpu poncho.
Waraka: Tejido a mano con hilos hiladas por las mismas damas lugareñas de la lana de oveja de color negro y blanco.
Tiksha: Es una bolsa de cuero con tapas de muchas divisiones, es confeccionado con recortes del mismo material que sirve para llevar la sagrada coca.
Pantalón: Es de bayeta negro siendo lo típico la wara, tiene una forma especial siendo partida en la parte de las piernas de ahí su apelativo WARA PANTALÓN llevando a los costados borlas de colores.
Wachku: (Faja) Tejido a Kallwa es de colores características de nuestro callejón de Huaylas.
Llanqe: Son sandalias hecho de llanta, sin ningún adorno macizo que son portados en los pies.

NOTA: El traje típico es la indumentaria que expresa la identidad cultural de una región, pueblo, cultura o nación. Esta vestimenta se puede usar para el uso cotidiano o para eventos especiales, ya sean celebraciones religiosas como bodas, bautizos o laicas como fiestas mayores, festivales o ferias.
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SANTA INÉS HISTORIA

 La Gloriosa Institución Educativa Pública Emblemática y Centenaria Santa Inés de Yungay: Forjando Ciudadanos para el Siglo XXI
Las instituciones educativas en Perú ostentan la crucial responsabilidad de brindar una formación integral y de excelencia. Su misión fundamental es potenciar las habilidades y el talento de cada estudiante, preparándolos para ser ciudadanos íntegros y responsables. Esto no solo implica la adquisición de conocimientos académicos, sino también el fortalecimiento de valores, el desarrollo de habilidades socioemocionales y la capacidad de pensamiento crítico, pilares esenciales para el florecimiento individual y colectivo en un mundo en constante cambio.
En este proceso transformador, el educador emerge como una figura indispensable. Lejos de ser un mero transmisor de información, es un facilitador del aprendizaje, un guía y una fuente de motivación. Su labor radica en diseñar e implementar estrategias didácticas y pedagógicas innovadoras, que sean accesibles y atractivas, despertando la curiosidad innata y el deseo de aprender en cada estudiante. En esta dinámica, el lenguaje se erige como una herramienta poderosa y catalizadora, capaz de generar cambios profundos dentro de la institución y de moldear la capacidad de los alumnos para imaginar, comunicarse y construir su propia realidad, trascendiendo las barreras y ampliando horizontes.

La Importancia Crucial de la Expresividad y la Oralidad
El lenguaje es el cimiento del desarrollo humano en todas sus dimensiones. Permite a las personas articular sus pensamientos, expresar sus emociones y compartir sus percepciones del mundo. Aquellos que cultivan plenamente su capacidad expresiva y oral no solo se comunican con eficacia, sino que también fortalecen su habilidad para la reflexión crítica, el análisis profundo y una comprensión más cabal de su entorno. Por el contrario, la deficiencia en estas habilidades puede limitar la interacción, la resolución de problemas y la capacidad de aprehender la complejidad del mundo que los rodea.
De ahí la necesidad imperante de que la educación formal, y en particular instituciones de la talla de la Institución Educativa Pública Emblemática Santa Inés, prioricen una sólida instrucción en expresividad y oralidad. Esto va más allá de la mera gramática; se trata de fomentar la confianza para hablar en público, la capacidad de argumentar ideas con coherencia, de escuchar activamente y de participar en diálogos constructivos y respetuosos. Invertir en estas habilidades trasciende lo académico, marcando una diferencia significativa en la forma en que las personas se relacionan con el mundo, construyen su identidad y ejercen su ciudadanía de manera plena. Constituyen una base esencial para el éxito académico, profesional y personal en un entorno cada vez más interconectado y demandante.

Historia del Glorioso Santa Inés: Un Legado de Formación
Con el ánimo de honrar y enriquecer la vasta trayectoria de la Institución Educativa Pública Emblemática Santa Inés, a continuación, se presenta un recorrido por su ilustre historia. Desde su fundación, esta institución ha sido mucho más que un conjunto de edificios; ha sido un auténtico semillero de talentos, un crisol donde se han forjado generaciones de profesionales, líderes y ciudadanos comprometidos con el desarrollo y progreso de Perú.
A lo largo de sus siglos de existencia, Santa Inés ha sido escenario de innumerables actividades y logros trascendentales. Desde destacadas participaciones en eventos académicos, deportivos y culturales, que han enaltecido su nombre, hasta la implementación de proyectos educativos innovadores que han marcado pauta, cada etapa y cada iniciativa han contribuido a consolidar su prestigio y a dejar una huella imborrable en la comunidad. Este relato es solo el comienzo de un recuento de su glorioso camino, un legado que sigue inspirando a las nuevas generaciones a alcanzar su máximo potencial y a forjar, tal como reza su título, seres humanos íntegros, conscientes de su rol en la sociedad.

Trazando la Trayectoria: Del Origen Colonial al Presente Emblemático
La historia del Colegio Nacional Santa Inés se remonta al 30 de noviembre de 1614, cuando Doña Inés de Salas, viuda de López de Villoso, realizó una trascendental donación testamentaria de sus haciendas de Santa Catalina y Chorrillos, destinándolas a la educación de los niños de la entonces Villa de Yungay. Este acto filantrópico sentó las bases de una institución que perduraría por siglos.
Yungay Ancash
Conforme a la expresa voluntad de esta distinguida benefactora, una escuela primaria se puso en funcionamiento de inmediato, bajo la dirección de los Frailes Dominicos, quienes en aquella época contaban con un convento en el centro de la ciudad. Ellos también asumieron la administración de los bienes donados, con el objetivo de que sus rentas sufragaran los gastos operativos de la institución. Así, la escuela de Yungay se consolidó como una de las primeras escuelas fundadas en Perú, sentando un precedente invaluable en la historia educativa del país.
Tras tres siglos de fructífera labor educativa primaria, siendo alcalde el Sr. Fortunato Palma, se marcó un hito con la fundación del Colegio Municipal de segunda enseñanza mediante Resolución Suprema N°1416, del 14 de septiembre de 1912. Por acuerdo de la comuna del 15 de noviembre de 1915, se le denominó “Colegio Municipal Santa Inés”, y posteriormente, el 31 de agosto de 1929, se transformó en colegio nacional, adquiriendo un estatus de mayor relevancia y alcance, bajo la Resolución Suprema N° 1960.
El nombre "SANTA INÉS" fue adoptado en honor a Doña Inés de Salas, la ilustre benefactora de la educación yungaina y una auténtica precursora de la educación peruana. Su visión perdura en el nombre y espíritu de la institución.
El primer director del colegio fue el Sr. Alejandro Haro, sucedido por el Sr. Genaro Gonzales Flores. Después de un breve receso, entre el 1 de marzo de 1916 y el 13 de enero de 1918, el colegio experimentó un fortalecimiento significativo bajo la dirección del Ing. Néstor Torres. Durante su gestión, se incorporó una sección industrial que impartía especialidades muy relevantes para la época, como Mecánica, Contabilidad, Dactilografía, Dibujo, Bellas Artes, Escultura y Construcción, anticipándose a las necesidades de formación técnica y profesional que demandaba el desarrollo de la región.
La historia del Glorioso Colegio “Santa Inés”, alma máter de la educación yungaina, se remonta, como se mencionó, al año 1614, con la donación de doña Inés de Salas de López de Villoso. En 1829, se funda una Escuela de Educación Gratuita sostenida por las rentas de las mencionadas haciendas. Para 1851, la Villa Yungay ya contaba con dos escuelas gratuitas, una de varones y otra de mujeres, administradas por la Municipalidad y que llevaron los nombres de “El Porvenir” y “Santa Inés” respectivamente. El 5 de diciembre de 1905, el gobierno promulgó la Ley N° 162, asumiendo la administración de los centros educativos. Gracias a ello, las rentas obtenidas de las haciendas “Santa Catalina” y “Chorrillos” se utilizaron para implementar una escuela con talleres de zapatería, talabartería, telegrafía y música. En 1906, los concejales de la Municipalidad de Yungay acordaron solicitar la conversión de esta Escuela Taller en un Colegio de Instrucción Media con sección de oficio, marcando un paso más hacia la consolidación de la educación secundaria en la región.

El anhelo del pueblo yungaino de contar con un Colegio de Instrucción Secundaria se materializó el 14 de septiembre de 1912, cuando mediante Resolución N° 1416, se creó el Colegio de Instrucción Media Secundaria. Posteriormente, en noviembre de 1915, la junta municipal acordó nombrarlo “Santa Inés” para honrar y perpetuar la memoria de su benefactora.

El primer director fue el Señor Alejandro Haro, seguido poco tiempo después por Don Genaro Gonzáles Flores. Después de un breve receso (del 1 de marzo de 1916 al 13 de enero de 1918), el colegio se robusteció bajo la dirección del Ing. Néstor Torres, quien implementó una sección “industrial” con especialidades como Mecánica, Contabilidad, Dactilografía, Dibujo, Bellas Artes, Escultura y Construcción, reflejando una visión educativa innovadora y práctica.

Tras la renuncia del Ing. Torres, asumió el cargo Don Francisco Regis Tamayo, un profesor decano de gran prestigio local por su autoridad y conocimientos pedagógicos. Durante su gestión, funcionó una sección primaria anexa. Sin embargo, el colegio entró en receso el 12 de febrero de 1922, debido a problemas presupuestarios y el estado ruinoso del local.

El 4 de mayo de 1928, el Dr. Juan Olivera Cortés fue nombrado director. Bajo su liderazgo, y tras una ardua y persistente campaña, se logró que el colegio fuera declarado Colegio Nacional mediante Resolución Suprema N° 1960 del 31 de agosto de 1929, y una Resolución Suprema aclaratoria N° 2768 del 21 de diciembre del mismo año, que otorgó atribuciones al Municipio para recaudar rentas en beneficio del colegio. Esta nueva jerarquía garantizó la estabilidad del Colegio Nacional Santa Inés, permitiendo a la dirección estructurar el área pedagógica de acuerdo con las necesidades de la época, optimizar su organización interna y adquirir la primera banda de guerra para realzar sus presentaciones. Poco más de un año después, el colegio fue declarado mixto mediante Resolución Suprema del 30 de abril de 1931, un avance significativo en la igualdad educativa y una muestra de adaptación a los tiempos.

Debido a la limitación del espacio, el Dr. Olivera encontró un local más apropiado ubicado en el ángulo noreste de la Plaza Mayor. El 12 de abril de 1937, se celebró una minuta de promesa de venta del 60% de sus acciones con la familia Arias, mientras se gestionaba la adquisición total del edificio de los demás copropietarios, demostrando una visión de futuro para la infraestructura.

Al concluir la dinámica labor del Dr. Olivera, por Resolución Suprema del 23 de febrero de 1938, se nombró como nuevo director al Dr. Anaximandro Vega. Durante su administración, dirigió la publicación de la revista “Santa Inés”, un espacio de difusión cultural y académica, y organizó la banda de músicos bajo la dirección del extraordinario músico yungaino Don Víctor Cordero Gonzales. En agosto del mismo año, la flamante banda de músicos interpretó por primera vez el “Himno del Colegio Santa Inés”, cuya letra pertenece al Dr. Vega y la música al Profesor Cordero, un hito que fortaleció la identidad y el sentido de pertenencia de la institución.

En reemplazo del Dr. Anaximandro Vega, el Sr. Francisco Quiroz Santillán asumió la dirección, conforme a la Resolución Suprema del 14 de febrero de 1940. Durante su gestión, se instituyó el 14 de septiembre como el Día del Colegio, una fecha de celebración y conmemoración que perdura hasta hoy.

Al año siguiente, el Sr. Luis Vega Centeno asumió la dirección, según la Resolución Suprema del 26 de marzo de 1941. Durante su periodo, el colegio se trasladó al nuevo local, alquilado a la familia Arias, con quienes ya existía la minuta de promesa de venta, marcando una mejora significativa en las instalaciones y ofreciendo un mejor ambiente para el aprendizaje.

En reemplazo del Dr. Vega Centeno, fue nombrado director el Dr. Froilán Sánchez Larrauri por Resolución Suprema del 30 de marzo de 1943. Durante su gestión, el 27 de julio, se instaló la Escuela de Artes y Oficios, anexa al Colegio, con el nombre de Néstor Torres, en gratitud a las gestiones realizadas para su creación como Representante de la Provincia, evidenciando un compromiso con la formación técnica y laboral de los jóvenes.

Al año siguiente, el Dr. Eloy Cerna Dextre asumió la dirección del plantel, de acuerdo con la Resolución Suprema dictada el 20 de abril de 1944. Durante su gestión, se culminó el proceso de compra del local del colegio, a mérito de la Resolución Ministerial N° 2330 del 27 de julio de 1944, pagándose el íntegro del precio al Sr. Raúl Arias y copropietarios, consolidando la propiedad del inmueble y asegurando su futuro.

En 1945, a mérito de la Resolución Suprema N° 1269 del 3 de abril, el Dr. Juan Olivera Cortez asumió nuevamente la dirección del plantel. Durante esta segunda gestión, el Dr. Olivera continuó con ahínco la línea administrativa y educativa iniciada en su periodo anterior, con el loable propósito de elevar aún más el nivel cultural y académico del colegio, consolidando su legado.

El 7 de mayo de 1946, por disposición superior, la Sección Anexa de Arte y Oficios se separó del colegio para convertirse en el Colegio Industrial N° 10, entregándose todas las herramientas y enseres al Sr. Jesús Maguiña, nombrado director del Industrial por Resolución Suprema del 15 de mayo, lo que marcó la creación de una nueva institución educativa especializada en la zona, fruto de la visión educativa de la época.

El 28 de julio de 1948 se inauguraron el campo deportivo y las tribunas dentro del recinto, mejorando significativamente las instalaciones y promoviendo el deporte y la sana convivencia. Al día siguiente, el Dr. Artemio Ángeles Figuera, en representación de los herederos del Ing. Amadeo Ramos Olivera, hizo entrega de la amplia biblioteca que perteneciera al extinto, enriqueciendo el acervo cultural y el acceso al conocimiento para los estudiantes y la comunidad.

Reemplazando al Dr. Olivera, el profesor Estenio Torres Ramos asumió la dirección del plantel por Resolución Ministerial N° 4329 del 12 de junio de 1950, iniciando una renovada cruzada educativa en los aspectos espiritual y material, cuya fructífera labor fue reconocida por la comunidad hasta su retiro en 1958, dejando una huella imborrable en la historia del colegio.

A fines de marzo de 1959, el dinámico profesor Dr. Ángel Macchiota Cacho asumió la dirección, desempeñando su gestión con vitalidad y alegría. Dio un ejemplo de unidad familiar al mudarse a Yungay con su esposa y sus ocho hijos. El Dr. Macchiota fue muy respetado y popular en la ciudad por su dedicación a labores culturales, sociales y deportivas. Por su iniciativa, se logró que una Misión Alemana se comprometiera a donar modernos laboratorios de física y química, los cuales fueron entregados al colegio durante la gestión del Dr. Solís, modernizando las herramientas educativas y preparando a los estudiantes para los desafíos científicos y tecnológicos.

En abril de 1962, el Dr. Fabio Solís Soria asumió la dirección, con el encargo de celebrar el “Cincuentenario del Colegio” con diversas actividades educativas, sociales y culturales que fueron transmitidas por la radio municipal, involucrando a toda la comunidad. En este contexto, recibió a una nutrida delegación de ex-santainesinos residentes en Lima, bajo la presidencia del Ing. Pedro Ángeles. Al año siguiente, el 14 de septiembre de 1963, Don Roberto Prisciliano Ángeles donó un terreno de casi una hectárea, ubicado en Acobamba, donde se construyó 35 años después un local que actualmente alberga el nivel de educación inicial. Hoy en día, la institución cuenta con un moderno local en la zona céntrica de la ciudad, que la convierte en una Institución Emblemática, reflejando su evolución constante y su compromiso inquebrantable con la educación de calidad para todas las edades.

Poco después del devastador sismo alud que enlutó la región, el 21 de julio de 1970, el señor Pelayo Aldave Tarazona asumió la dirección, en un momento de gran desafío para la comunidad y la institución, demostrando resiliencia y liderazgo en la reconstrucción y reactivación educativa.

Mensaje a la Comunidad Educativa Santainesina: La Fuerza del Presente y la Visión del Futuro
A la Comunidad Educativa Santainesina
Queridos estudiantes, padres de familia, docentes, personal administrativo y egresados de nuestra amada Institución Educativa Pública Emblemática y Centenaria Santa Inés de Yungay:

Este año 2025 (actualizando al año corriente) marca un nuevo inicio, lleno de esperanzas y renovados propósitos. Hemos transitado por tiempos complejos, especialmente los marcados por la pandemia del COVID-19, que nos obligaron a detenernos, a reflexionar profundamente sobre nosotros mismos, sobre el valor inmenso de nuestras familias y sobre el tipo de mundo que realmente anhelamos construir. Esas experiencias, por difíciles que hayan sido, nos dejaron lecciones invaluablemente poderosas sobre la resiliencia, la adaptabilidad y la importancia de la conexión humana.

Podríamos llenar volúmenes enteros si cada uno de nosotros compartiera detalladamente aquello que nos ha dejado este tiempo, las enseñanzas de vida y para la vida que nos legó un virus tan pequeño y, a la vez, tan formidable. Estas vivencias nos han recordado la fragilidad de lo que dábamos por sentado y, al mismo tiempo, la increíble fortaleza del espíritu humano cuando se enfrenta a la adversidad.

Para este año 2025, los invito a tomar esa lección central y transformarla en acción: la fuerza y el valor de las pequeñas cosas. Cada pequeño gesto de amabilidad puede transformarse en una inmensa muestra de cariño que ilumine el día de alguien; un pequeño esfuerzo sostenido puede culminar en un gran logro al final de cada ciclo, construyendo confianza y capacidad; y una pequeña acción solidaria, nacida del corazón, puede convertirse en una gran obra de amor que genere un impacto positivo duradero en nuestra comunidad.

Ahora, con el corazón abierto y la mente dispuesta, los invito a contagiarnos sin restricciones, pero esta vez, de lo positivo y transformador. Contagiémonos de todo aquello que nos impulsa a crecer, a ser mejores personas y a construir un entorno más armónico y productivo:

Contagiémonos de alegría, de entusiasmo y de optimismo. Porque, a pesar de los desafíos, ¡estamos vivos! Y debemos vivir cada día de la mejor manera posible, valorando cada instante. La alegría genuina es un tesoro inquebrantable que nadie nos podrá arrebatar, y es una energía contagiosa que eleva el espíritu colectivo.

Contagiémonos de amabilidad, de buen trato, de empatía y de decir las "palabras mágicas". Un simple "por favor", un sincero "gracias", un "buenos días" o un "permiso" tienen el poder de transformar nuestras interacciones diarias. Cultivemos el respeto mutuo, la comprensión de las emociones ajenas y la capacidad de ponernos en el lugar del otro, construyendo puentes de comunicación efectivos.

Contagiémonos de ganas de aprender, de leer, de investigar, de descubrir, de pintar, de cantar y de jugar. Abracemos la curiosidad innata que nos impulsa a explorar nuevos conocimientos y habilidades. Que el aula, el hogar y cada espacio sean un laboratorio de ideas donde la sed de saber nunca se apague. Contagiémonos de esfuerzo y dedicación en cada tarea y en cada lección, entendiendo que el compromiso es la llave del verdadero progreso.

Contagiémonos de solidaridad, de fraternidad, de servir. Este tiempo nos ha enseñado, más que nunca, el inmenso valor del "otro" y la crucial importancia de que no podemos enfrentar la adversidad en solitario. Reconozcamos que nos necesitamos mutuamente para crecer, para cuidarnos, para animarnos en momentos difíciles y, fundamentalmente, PARA APRENDER de las experiencias y perspectivas de los demás. La colaboración y el apoyo mutuo son esenciales para una comunidad fuerte.

Contagiémonos de un ambiente cariñoso, respetuoso, sincero y honesto. Creemos un espacio donde cada miembro de la comunidad santainesina se sienta valorado, seguro, escuchado y con la libertad de expresar sus ideas y sentimientos. Fomentemos la transparencia y la integridad como valores fundamentales que guíen nuestras acciones y relaciones.

En nuestro aniversario número ciento trece (calculando 1912 a 2025), quiero invitarlos a redoblar nuestro compromiso. Caminemos juntos en este nuevo año escolar, hombro a hombro, con determinación y entusiasmo. Avancemos juntos por aquellos aprendizajes que quedaron pendientes o que podemos profundizar; construyamos juntos las amistades que perdurarán toda la vida, fomentando lazos de compañerismo y respeto; afrontemos juntos cada nuevo reto que se presente, convirtiendo los obstáculos en oportunidades de crecimiento; persigamos juntos nuestros sueños individuales y colectivos con la convicción de que son alcanzables; y, finalmente, alcancemos juntos cada meta que nos propongamos, celebrando cada éxito como un triunfo de toda la comunidad.

Si todos sumamos nuestras energías, talentos y voluntades, todo será más fácil, más enriquecedor y más significativo. ¡Todos podremos llegar al final del año con la profunda satisfacción del deber cumplido y una nueva meta lograda! Y este será, sin duda, nuestro mejor regalo para nosotros mismos y para nuestra querida institución en este nuevo cumpleaños, un testimonio de nuestro compromiso con la excelencia y la formación integral.

Institución Santainesina: ¡ADELANTE A TRIUNFAR! Su legado es nuestra inspiración y su futuro, nuestra responsabilidad.

¡Un Homenaje a la Gloriosa Institución Educativa Emblemática y Centenaria Santa Inés!
Es con el más profundo de los respetos y una admiración sincera que nos dirigimos a la Institución Educativa Emblemática y Centenaria Santa Inés. A lo largo de sus más de cien años de existencia, esta ilustre casa de estudios no solo ha sido un faro de conocimiento, sino también un verdadero crisol de talentos y un pilar fundamental en la formación integral de innumerables generaciones de peruanos.

Su legado es un testimonio vibrante de dedicación inquebrantable, de una búsqueda constante de la excelencia académica y de un compromiso inalterable con los valores que forjan ciudadanos íntegros, con conciencia social y con la capacidad de liderar el futuro de nuestra nación. Santa Inés no es simplemente un nombre grabado en un frontis; es un símbolo viviente de tradición, de esfuerzo continuo y de una incansable vocación por la calidad educativa que ha trascendido décadas y desafíos.

Queremos extender nuestras más sinceras felicitaciones a cada persona que ha formado y que forma parte de esta prestigiosa institución. Desde sus visionarios directivos hasta sus abnegados docentes, pasando por el invaluable personal administrativo, los apasionados estudiantes de ayer y hoy, y los exalumnos que con orgullo llevan el sello de Santa Inés. Cada uno de ustedes ha sido una pieza esencial en la construcción de la grandeza de esta institución, contribuyendo a consolidarla como un referente indiscutible en el panorama educativo de nuestro país.

Que el espíritu indomable de excelencia, la curiosidad insaciable y la perseverancia que caracterizan a Santa Inés continúen inspirando a las nuevas generaciones. Que este legado de sabiduría y compromiso las guíe hacia un futuro lleno de logros personales y, sobre todo, de contribuciones significativas al desarrollo y bienestar de nuestra sociedad.

¡Larga vida a la Gloriosa Institución Educativa Emblemática y Centenaria Santa Inés! ¡Que su luz siga brillando por muchos siglos más!

Frases Inspiradoras sobre Educación
“La educación es un proceso que no termina nunca.” – Josefina Aldecoa
“La educación consiste en ayudar a un niño a llevar a la realidad sus aptitudes.” – Erich Fromm
“Enseñar es aprender dos veces.” – Joseph Joubert
“La vida debe ser una incesante educación.” – Gustave Flaubert
“Lo maravilloso de aprender algo, es que nadie puede arrebatárnoslo.” – B. B. King
“La educación no crea al hombre, le ayuda a crearse a sí mismo.” – M. Debesse
“Lo que se dé a los niños, los niños darán a la sociedad.” – Karl A. Meninger
“La verdadera educación de un hombre comienza varias generaciones atrás.” – Eleuterio Manero
“El sistema educativo se tendría que construir pensando en el desarrollo de los niños.” – Richard Gerver
“La educación es la culpable, casi siempre, de desviar a la gente de sus talentos.” – Ken Robinson
“No les evitéis a vuestros hijos las dificultades de la vida, enseñadles más bien a superarlas.” – Louis Pasteur
“El fin de la educación es aumentar la probabilidad de que suceda lo que queramos.” – José Antonio Marina
“Para educar a un niño hace falta la tribu entera.” – Proverbio africano
“Una de las peores cosas que se puede hacer con un niño es no atenderlo.” – Javier Urra
“El mejor medio para hacer buenos a los niños es hacerlos felices.” – Oscar Wilde
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TESTIMONIO DE YUNGAINOS

Yungay Ancash
El eco imborrable de Yungay: Testimonios de una tragedia y la resiliencia humana que desafió lo inimaginable
Los testimonios sobre la tragedia de Yungay en 1970, causada por un devastador terremoto y un posterior aluvión, son relatos conmovedores y profundamente impactantes de quienes los vivieron. Estas narraciones vívidas describen la inmensa devastación, el terror paralizante y la desgarradora pérdida de seres queridos, pero también la inquebrantable voluntad humana de sobrevivir y la solidaridad que surgió en medio del caos.

El Terremoto y el Aluvión: Una Catástrofe de Proporciones Inimaginables
El 31 de mayo de 1970, a las 3:23 p.m., un terremoto de magnitud 7.9 en la escala de Richter sacudió la región de Áncash, Perú. Su epicentro se localizó en el mar, frente a Chimbote, y desató una devastación sin precedentes en una amplia zona del Callejón de Huaylas y la costa. Fue el sismo más destructivo en la historia del Perú.

Lo que siguió al sismo fue aún más catastrófico para la ciudad de Yungay. El violento temblor provocó el desprendimiento de un enorme bloque de hielo y rocas de la cara occidental del nevado Huascarán, específicamente de la cumbre norte (Huascarán Norte). Esta inmensa masa, estimada en 50 millones de metros cúbicos, se convirtió en un aluvión, una mezcla densa de lodo, rocas y hielo, que descendió a una velocidad vertiginosa (entre 200 y 400 kilómetros por hora) por la quebrada de Llanganuco. En cuestión de minutos, esta avalancha sepultó por completo la ciudad de Yungay y el anexo de Ranrahirca, borrándolos del mapa.

La magnitud del desastre fue dantesca. Se calcula que el terremoto y el aluvión causaron la muerte de más de 70,000 personas y dejaron aproximadamente 140,000 heridos en toda la región afectada. Yungay, con una población de alrededor de 20,000 habitantes en ese entonces, fue prácticamente aniquilada, con solo unos pocos cientos de sobrevivientes que se encontraban en zonas elevadas o fueron milagrosamente protegidos.

Testimonios de Sobrevivientes: Ecos de Dolor, Pérdida y una Inquebrantable Resiliencia
Los relatos de quienes vivieron la tragedia son un vívido testimonio de la capacidad humana para enfrentar lo impensable. Cada voz aporta una perspectiva única del horror, la pérdida y la increíble fuerza para superar lo inimaginable.

El Miedo y la Desesperación: Muchos testimonios describen el pánico abrumador que sintieron durante el terremoto, con el colapso de edificios, el suelo abriéndose y el incesante rugido de la tierra. Posteriormente, la aparición del aluvión generó una desesperación aún mayor, una carrera a ciegas por salvar sus vidas en un escenario apocalíptico.

La Pérdida de Seres Queridos: El dolor y la pérdida de familiares y amigos son un sentimiento recurrente y profundamente arraigado en los testimonios. Las historias están llenas de la búsqueda desesperada de parientes entre los escombros y el desgarro de no encontrarlos, asumiendo la cruda realidad de su ausencia.

La Ayuda Mutua y la Solidaridad: A pesar del horror, la confusión y la magnitud de la catástrofe, los sobrevivientes destacan innumerables casos de ayuda mutua y solidaridad entre ellos. Vecinos ayudando a vecinos, extraños arriesgando sus vidas para rescatar a otros, compartiendo lo poco que tenían y brindando consuelo en medio del caos. Esta faceta es crucial para entender la resiliencia y el espíritu comunitario de la población yungaina.

El Recuerdo Perenne de la Tragedia: Muchos sobrevivientes, hoy personas mayores, han dedicado sus vidas a mantener vivos los recuerdos de la tragedia. Lo hacen como una forma de honrar a las víctimas y de educar a las nuevas generaciones sobre la fuerza destructiva de la naturaleza y la importancia de la prevención. Algunos, como guías espontáneos, comparten sus experiencias y señalan los pocos vestigios de la antigua ciudad, manteniendo viva la memoria colectiva y el legado de resistencia.

Voces que Trascienden el Tiempo: Relatos Íntimos y Poderosos
Cada nombre asociado a un testimonio es un fragmento vital de la memoria de Yungay. Sus experiencias nos conectan directamente con la magnitud humana del desastre.

Nelia Colonia: (quien tenía 29 años en 1970 y fue entrevistada en 2020 por la BBC) cuenta cómo quedó atrapada en los escombros de su casa y fue milagrosamente rescatada al día siguiente por sus hermanos. Su relato pone de manifiesto la inmediatez del desastre y la esperanza en medio de la desolación. "La tierra tembló fuerte, salimos de la casa, pero todo se derrumbó. No sé cómo, pero mis hermanos me encontraron al día siguiente entre los escombros", relata Nelia con la voz quebrada por la emoción, aún décadas después.

Selfia Obregón: (nacida en 1956, también entrevistada en 2020) relata cómo salvó su vida al encontrarse en el circo en ese momento y, al escuchar el estruendo del aluvión, corrió desesperadamente hacia un cerro, uno de los pocos lugares elevados que escaparon a la avalancha. "Estábamos en el circo, sentí el temblor, y de pronto ese ruido espantoso, como un millón de trenes. Solo corrí, corrí sin mirar atrás hacia el cerro, mi papá me gritaba '¡corre!'", recuerda Selfia, una de las "niñas milagro" salvadas en el circo.

Almaquio Ortega: Otro testigo presencial, describe cómo el desprendimiento del hielo del Huascarán fue lo último que pudo ver antes de que una inmensa polvareda y el aluvión cubrieran completamente la ciudad, sumiéndola en la oscuridad y un silencio sepulcral. "El Huascarán se desprendió, lo vi, y luego todo fue una polvareda densa, no se veía nada, y el ruido era ensordecedor, como el fin del mundo. Después, el silencio, un silencio que te perforaba el alma, porque sabías lo que significaba", narra Almaquio, reviviendo el horror.

Cotty Obregón: Quien era una niña de apenas 5 años y perdió a su familia en la tragedia, recuerda cómo los días posteriores fueron una pesadilla, marcados por la confusión, la búsqueda y los constantes temblores que seguían al sismo principal. "Los días después del terremoto eran como una pesadilla, todo seguía moviéndose, y mi mamá no aparecía. Solo sentía frío y miedo", comenta Cotty con la inocencia y el dolor de la infancia, una herida que la marcó para siempre.

Violeta Ardiles Poma: (fallecida en 2022 a los 85 años), escritora, poeta y sobreviviente del terremoto en Huaraz (ciudad también fuertemente afectada), compartió su experiencia y la de otros en una valiosa serie de entrevistas titulada "Voces del 70: Testimonios del Terremoto en Huaraz", recopilando relatos que hoy son parte fundamental de la memoria histórica. Su obra es un testimonio perdurable de la resistencia humana y el impacto cultural del desastre.

Deisy: Una de las emblemáticas "Niñas Milagro" de Yungay, Deisy se salvó por encontrarse en el circo itinerante "Verolina", que estaba instalado en lo alto del Cerro Atma. Su ubicación fortuita la protegió del impacto directo del aluvión que arrasó el centro de Yungay. "El circo nos salvó. Estábamos viendo a los payasos cuando la tierra empezó a temblar. Si hubiéramos estado en casa, no lo habríamos contado. Fue un milagro", comparte Deisy. Su testimonio subraya la capacidad de resiliencia infantil y la profunda gratitud por la vida, a pesar de las inmensas pérdidas y la separación familiar que muchos de estos niños enfrentaron.

Profesor Javier León León: Siendo un joven docente de 22 años en 1970, el profesor León León se convirtió en un testigo clave desde la perspectiva educativa y comunitaria. Él relata haber estado con un grupo de amigos en una zona ligeramente más alta al momento del sismo. Desde allí, fueron testigos directos de cómo "una nube gris oscura" se precipitaba sobre la ciudad, acompañada de un estruendo ensordecedor. "Vimos esa nube negra, inmensa, venir por el río. No entendíamos qué era hasta que el silencio y la desolación nos golpearon, al ver que Yungay había desaparecido. Solo quedaba la iglesia y el cementerio", recuerda el profesor, quien dedicó gran parte de su vida a mantener viva la memoria de Yungay y a la reconstrucción de la comunidad, enfatizando el vacío dejado por toda una generación de educadores y estudiantes.

Traumaturgo Romero Adrián: Siendo un niño de seis años en 1970, Traumaturgo fue arrastrado por más de un kilómetro por la masa de lodo y piedras, sobreviviendo de milagro. Su relato, conmovedor, describe la sensación de ser arrastrado por una "serpiente de barro" y el despertar desorientado, para luego encontrar que su hermano y madre también habían sobrevivido. "Sentía que algo me arrastraba, como una serpiente gigante de barro. Cuando me desperté, no sabía dónde estaba, todo era gris, y solo oía lamentos. Fue un milagro que saliera con vida", expresa Traumaturgo, cuyo milagroso escape es un símbolo de la tenacidad de la vida en las circunstancias más extremas.

Estos testimonios, con sus detalles personales y emotivos, enriquecen nuestra comprensión de la tragedia de Yungay, transformando las cifras en historias humanas de dolor, pérdida, pero también de increíble fortaleza y esperanza. Son un legado invaluable para el Perú y para el mundo, recordándonos la fuerza de la naturaleza y la inquebrantable resiliencia del espíritu humano.

CONTINUARÁ ...

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TRAGEDIA Y DESPUÉS DE 1970

Yungay Ancash
La Tragedia de Yungay: Un Hito Transformador en la Gestión de Riesgos y la Memoria Colectiva del Perú
I. Introducción: La Cicatriz Imborrable de Yungay
La tragedia de Yungay, ocurrida el 31 de mayo de 1970, marcó un hito devastador e imborrable en la historia del Perú. Este evento, desencadenado por un terremoto de magnitud 7.9 que provocó una colosal avalancha del nevado Huascarán, sepultó por completo la ciudad de Yungay, en la región de Áncash  . La magnitud de este desastre lo posiciona como el más destructivo y devastador en la historia del Perú, no tanto por su intensidad sísmica, sino por la inmensa cantidad de vidas humanas perdidas.   

El sismo golpeó a las 3:23 p.m. de un domingo, un detalle que subraya la interrupción abrupta de un día aparentemente ordinario. Muchas personas acababan de ver el partido inaugural del Mundial de Fútbol México '70, lo que acentúa la súbita disrupción de la rutina y la seguridad percibida. Esta circunstancia particular de la tragedia, al irrumpir en un momento de ocio y normalidad colectiva, amplificó el impacto psicológico y la profunda ruptura en la experiencia social. El evento no fue solo una catástrofe física; fue una violenta intrusión en un momento de paz colectiva, lo que lo hizo aún más traumático y memorable para la conciencia nacional. La tragedia de Yungay, por lo tanto, se erige como un punto de inflexión que redefinió drásticamente la conciencia nacional sobre los desastres naturales y la gestión de riesgos. La escala de la pérdida humana, más allá de la magnitud del sismo, obligó a una reevaluación fundamental de las políticas y la preparación del país. Este desastre actuó como un catalizador, exponiendo vulnerabilidades sistémicas profundas y forzando un cambio de un enfoque reactivo a uno más proactivo en la gestión de desastres.   

El presente informe tiene como propósito corregir, actualizar y ampliar la información existente sobre la tragedia de Yungay. A través de una integración de diversas perspectivas de investigación, busca ofrecer una comprensión exhaustiva, precisa y analíticamente rica de sus múltiples impactos —geológicos, sociales, económicos y psicológicos. Además, examinará con detalle el papel fundamental del evento como motor de cambios profundos en las políticas y prácticas peruanas de gestión de desastres, destacando las lecciones aprendidas y su relevancia en el contexto actual.

II. El Evento Catastrófico: Terremoto y Aluvión del 31 de Mayo de 1970
El Terremoto de Áncash: El Catalizador Catastrófico
El sismo, que se convertiría en el catalizador de la tragedia, ocurrió a las 3:23 p.m. del fatídico domingo 31 de mayo de 1970. Su magnitud se ha reportado consistentemente como 7.9 en la escala de Richter (ML) y en la escala de Magnitud de Momento (Mw). Aunque algunas fuentes mencionan magnitudes ligeramente diferentes, como 7.8  o 7.7 , la cifra de 7.9 es la más aceptada por organismos oficiales peruanos como el Instituto Geofísico del Perú (IGP). Un terremoto de esta intensidad se clasifica como un sismo mayor, capaz de provocar daños extensos en un área sumamente amplia  .   

El epicentro se localizó en el mar, aproximadamente a 25 kilómetros al suroeste de Chimbote, frente a las costas de Áncash. La profundidad del sismo fue relativamente superficial, estimada en 45 kilómetros, lo que amplificó sus devastadores efectos en la superficie terrestre  . La sacudida duró entre 40 y 45 segundos, un período suficiente para causar colapsos estructurales generalizados. La energía liberada por este sismo de magnitud 7.9 fue equivalente a la de miles de bombas atómicas  , o más precisamente, a 27,000 bombas atómicas. Esta inmensa liberación de energía fue determinante para desestabilizar las formaciones geológicas y, crucialmente, los glaciares de la Cordillera Blanca  .   

El terremoto no solo impactó directamente las estructuras urbanas, sino que desencadenó una serie de fenómenos secundarios. Se registró un tsunami menor en las costas de Chimbote, con olas que probablemente no superaron los 2 metros y que tardaron unos 15 minutos en llegar. Además, se produjeron procesos de licuefacción de suelos a lo largo de la Panamericana Sur y en los alrededores del Hotel de Turistas de Chimbote, causando desniveles en el terreno y la aparición de "volcanes de arena". Sin embargo, el efecto más catastrófico fue el desprendimiento masivo de glaciares y rocas en las zonas altas de las montañas. La intensidad sísmica alcanzó un máximo de grado IX en la escala de Mercalli Modificada (MM) en la ciudad de Casma , y grado VIII MM en Chimbote, Casma y el Callejón de Huaylas. Los daños severos se extendieron por todo el Callejón de Huaylas, afectando ciudades como Recuay, Huaraz, Carhuaz y Caraz, así como las zonas costeras de Casma y Chimbote.   

La Avalancha: La Furia Incontenible del Huascarán
El terremoto provocó directamente el desprendimiento masivo de una enorme porción de hielo y rocas del pico norte del nevado Huascarán, cuya cumbre alcanza los 6,655 metros. Esta avalancha glacial, conocida como aluvión, consistió en millones de metros cúbicos de material, incluyendo rocas, lodo y hielo  . Las estimaciones del volumen total de material varían, lo que refleja la complejidad de las mediciones post-desastre. El desprendimiento inicial del Huascarán Norte se ha estimado en 1 millón de metros cúbicos de hielo y 6.5 millones de metros cúbicos de roca. Sin embargo, el volumen del aluvión que finalmente sepultó Yungay se calcula en aproximadamente 40 millones de metros cúbicos de hielo, lodo y rocas. Otras estimaciones más amplias para el volumen total del aluvión oscilan entre 50 y 100 millones de metros cúbicos  . Estas variaciones en las cifras de volumen y profundidad de los escombros no son meras inconsistencias; más bien, ponen de manifiesto las complejidades y los desafíos inherentes a la evaluación rápida de datos en el caos inmediato de desastres a gran escala y de múltiples peligros, especialmente en regiones de difícil acceso. Las diferencias pueden deberse a distintas metodologías de medición, variaciones en la definición (por ejemplo, desprendimiento inicial frente a flujo total o profundidad localizada), o simplemente a la naturaleza caótica del evento en sí. Esta situación subraya la necesidad crítica de contar con protocolos de recopilación de datos estandarizados, robustos y transparentes en la respuesta y recuperación ante desastres.   

El torrente imparable se precipitó ladera abajo a velocidades vertiginosas, calculadas entre 270 y 300 kilómetros por hora  . Algunas fuentes sugieren velocidades iniciales de 360 km/h, que pudieron acelerar hasta 550 km/h debido a la pronunciada pendiente. Otras estimaciones de velocidad varían entre 200 y 500 km/h. Trágicamente, este torrente imparable siguió el cauce del río Ranrahirca, arrasando todo a su paso y engullendo por completo las ciudades de Yungay y Ranrahirca. En cuestión de minutos, la avalancha cubrió la ciudad de Yungay con una capa de escombros cuya profundidad también varía en los reportes: hasta 20 metros  , un promedio de 1.5 a 2.5 metros con acumulaciones de hasta 10 metros cerca del cementerio , 7 metros , o 5 metros.   

Impacto Geográfico Ampliado
El alcance destructivo del terremoto se extendió más allá de Áncash, afectando gravemente partes de La Libertad, Huánuco y Lima. La sacudida sísmica se sintió con fuerza en regiones distantes como Tumbes, Jaén, Moyobamba, Iquitos, Pisco e Ica, e incluso en Guayaquil, Ecuador. La devastación material fue generalizada: la infraestructura de la región quedó completamente destruida  . En Huaraz, casi el 80% de las viviendas de adobe colapsaron. En total, se estima que 60,000 viviendas fueron destruidas en el área afectada. Además, 6,730 aulas de centros educativos quedaron inutilizables , y el puerto de Chimbote, vital para la economía regional, sufrió la ruina del 50% de su infraestructura.   

La tragedia de Yungay ilustra de manera contundente el concepto de peligros en cascada. El terremoto, aunque severo, fue el catalizador inicial. La verdadera catástrofe se manifestó a través del aluvión masivo, cuya destructividad se vio desproporcionadamente amplificada por vulnerabilidades preexistentes. Estas vulnerabilidades incluían la desafortunada ubicación geográfica de la ciudad en un valle estrecho, altamente susceptible a los flujos del Huascarán , y la predominancia de construcciones no sismorresistentes, como las viviendas de adobe. Esta secuencia de eventos, donde un peligro natural desencadena otro, que a su vez interactúa con un entorno vulnerable, transformó un sismo severo en una catástrofe sin precedentes. Este análisis va más allá de la mera descripción de los acontecimientos para explicar los mecanismos subyacentes del desastre, poniendo de manifiesto que los desastres no son únicamente fenómenos naturales, sino el resultado de la compleja interacción entre los peligros y la vulnerabilidad humana, lo que exige un enfoque holístico para la reducción del riesgo.   

III. Raíces de la Vulnerabilidad: Causas y Advertencias Ignoradas
La magnitud del desastre de Yungay no fue el resultado de una única causa, sino de una convergencia trágica de factores, muchos de los cuales reflejan profundas vulnerabilidades y advertencias desatendidas.

Factores Geográficos y Glaciológicos
La ubicación geográfica de Yungay en un valle estrecho, flanqueado por las imponentes montañas de la Cordillera Blanca, la hacía intrínsecamente susceptible a los aluviones provenientes del Nevado Huascarán. El Huascarán mismo, con sus vastas masas de hielo y formaciones rocosas inestables, representaba un peligro latente y constante  . Las laderas superiores de la Cordillera Blanca se caracterizan por su extrema inclinación, a menudo entre 45° y casi 90°, lo que crea condiciones de inestabilidad inherente. Específicamente, el pico norte del Huascarán había sido identificado como una de las áreas cubiertas de hielo más inestables dentro de la Cordillera Blanca. La evidencia geológica histórica también revela que avalanchas de hielo y roca se han originado repetidamente en las laderas del Huascarán a lo largo del Holoceno, lo que indica un patrón recurrente de tales eventos.   

El Precedente de Ranrahirca (1962)
Ocho años antes de la tragedia de Yungay, un aluvión de menor escala, pero igualmente devastador, ya había ocurrido en la zona. El 10 de enero de 1962, un desprendimiento del Huascarán Norte arrasó Ranrahirca y otros nueve pueblos, causando la muerte de entre 2,900 y 4,000 personas. Este evento sirvió como un precedente trágico y una advertencia clara sobre el peligro inminente. Es crucial destacar que el aluvión de 1962 pasó a solo 1.5 kilómetros al sur de la antigua ciudad de Yungay, demostrando la amenaza directa a la ciudad.   

A pesar de este peligro evidente, existía una percepción de riesgo caracterizada por el desinterés o el fatalismo entre algunos residentes. Testimonios de 1962 describen cómo las personas ignoraron las advertencias, creyendo que "la nieve del Huascarán siempre cae así" o incluso continuaron festejando, pensando que los gritos de "¡Avalancha!" eran una broma. Esta actitud revela una tendencia psicológica a subestimar la probabilidad o el impacto de un desastre, un fenómeno conocido como sesgo de normalidad o amnesia colectiva. A pesar de una catástrofe reciente y clara, la inclinación humana a normalizar amenazas recurrentes o a minimizar su gravedad impidió una preparación efectiva a nivel individual y comunitario. Esto pone de manifiesto un desafío fundamental en la comunicación de riesgos: cómo transmitir eficazmente los riesgos futuros abstractos y las lecciones del pasado de manera que superen los sesgos psicológicos y motiven un cambio de comportamiento significativo, especialmente cuando existen fuertes desincentivos socioeconómicos para la reubicación o la reconstrucción con criterios diferentes.   

Advertencias Desatendidas y el Contexto Socio-Político
Tras el desastre de Ranrahirca de 1962, en septiembre del mismo año, dos geólogos estadounidenses ascendieron al Huascarán y emitieron una advertencia específica: un bloque de hielo mucho más grande seguía inestable y representaba una amenaza directa para Yungay. Sin embargo, a esta información crucial "no se le dio la importancia debida".   

Las razones de esta inacción son complejas y se enraízan en el contexto socio-político y cultural del Perú de la década de 1960. Antes de 1970, la percepción predominante del riesgo se caracterizaba a menudo por una "cultura fatalista" ante los fenómenos naturales , donde los desastres eran vistos como actos inevitables de la naturaleza, más que como consecuencias prevenibles de la vulnerabilidad humana. El país estaba bajo el gobierno militar revolucionario del General Juan Velasco Alvarado desde 1968 , el cual, si bien buscaba una transformación social, pudo no haber priorizado la prevención de desastres a largo plazo en su agenda inmediata. Además, una deficiente planificación urbana, el crecimiento informal y desordenado de la población, y una supervisión insuficiente de la infraestructura urbana por parte de las autoridades contribuyeron significativamente a la vulnerabilidad de la región. Los patrones históricos de desarrollo urbano en Perú a menudo no incorporaron las lecciones de eventos sísmicos pasados, lo que llevó a la perpetuación de "malas prácticas constructivas".   

Esta confluencia de un peligro geográfico latente, un precedente trágico, advertencias específicas desatendidas y un entorno socio-político incapaz de asimilar y actuar sobre el riesgo, preparó el escenario para la tragedia de 1970. La falta de acción frente a las repetidas advertencias, especialmente después del desastre de Ranrahirca en 1962, revela un profundo fallo sistémico en la gobernanza del riesgo. No se trató simplemente de un descuido, sino de una compleja interacción entre una percepción cultural fatalista, la falta de voluntad política o capacidad para priorizar la prevención a largo plazo sobre el desarrollo inmediato, y una inadecuada planificación urbana y supervisión de la construcción. Esta situación ilustra cómo las comunidades pueden quedar atrapadas en un ciclo de vulnerabilidad, donde las lecciones históricas no se traducen en políticas y prácticas efectivas, haciendo que futuros desastres sean casi inevitables.

IV. Consecuencias Inmediatas: Desolación y Supervivencia
La tragedia de Yungay dejó un saldo humano y material abrumador, transformando el paisaje y la vida de la región de manera irreversible.

Balance Humano y Material
La pérdida de vidas fue catastrófica. Aunque el informe inicial estima más de 20,000 muertes solo en Yungay, de una población aproximada de 25,000  , las cifras oficiales varían ligeramente. Las fatalidades totales estimadas para las regiones afectadas oscilan entre 67,348 y 70,000, con 380,000 heridos. Otras fuentes citan alrededor de 70,000 muertos, 20,000 desaparecidos y presuntamente fallecidos, y 150,000 heridos , o más de 66,000 muertos y 100,000 heridos. Un desglose más detallado de las muertes por región, incluyendo Áncash, suma un total de 68,612 fallecidos.   

Específicamente para Yungay, las estimaciones de muertes varían de más de 20,000  a aproximadamente 30,000. La población de la ciudad era de alrededor de 25,830 habitantes , lo que indica una aniquilación casi total. Solo unos 92 yungaínos lograron sobrevivir , o "apenas 300 de sus 20,000 pobladores".   

La destrucción material fue igualmente devastadora. La infraestructura de la región quedó completamente destruida  . En Huaraz, casi el 80% de sus viviendas de adobe colapsaron. En total, 60,000 viviendas fueron destruidas en el área afectada. Además, 6,730 aulas de centros educativos quedaron inservibles , y el puerto de Chimbote, vital para la economía regional, sufrió la ruina del 50% de su infraestructura.   

La Desaparición de Yungay
La ciudad de Yungay desapareció literalmente del mapa, cubierta por millones de toneladas de lodo y escombros  . Solo unos pocos puntos elevados emergieron milagrosamente de la catástrofe, convirtiéndose en símbolos dolorosos de lo que una vez fue: la colina del cementerio, la estatua de Cristo y cuatro palmeras en la plaza principal.   

El Campo Santo de Yungay, el antiguo cementerio que milagrosamente sobrevivió al aluvión, se ha convertido desde entonces en un lugar sagrado de peregrinación, memoria y duelo. Allí, los visitantes pueden observar las copas de las palmeras que sobresalen del montículo de tierra, marcando el nivel exacto de la ciudad sepultada. Es un testimonio silencioso y conmovedor del impacto del aluvión y un espacio sagrado para honrar a los miles de víctimas cuyos cuerpos nunca fueron recuperados. La estatua del Cristo Blanco (Cristo de Yungay), aunque dañada, también se mantuvo en pie, erigiéndose como un poderoso símbolo de esperanza y resiliencia. Su supervivencia, observando la devastación, le ha otorgado un profundo significado simbólico de fe y fortaleza perdurables frente a una destrucción abrumadora.   

Los relatos de los sobrevivientes resaltan la naturaleza arbitraria de la supervivencia. Algunos se salvaron porque estaban visitando el cementerio (92 personas) , mientras que otros, principalmente niños, se encontraban en un espectáculo de circo en un pueblo vecino que no fue afectado (alrededor de 200 niños). Los testimonios describen el inmenso y aterrador ruido del aluvión que se aproximaba y la horrible visión de la "ola gigante de lodo gris" que engulló la ciudad en cuestión de minutos.   

La aniquilación casi total de Yungay, donde la ciudad "desapareció literalmente del mapa"  , dejando solo unos pocos puntos elevados en pie, representa un punto cero de destrucción. La supervivencia del cementerio, la estatua de Cristo y las palmeras  no es un mero detalle fáctico, sino que posee un significado simbólico profundo. Estos elementos se transformaron en marcadores tangibles de una pérdida inmensa, de la memoria colectiva y de una resiliencia casi milagrosa, moldeando profundamente la narrativa post-desastre y sirviendo como un memorial permanente. La decisión gubernamental posterior de prohibir la excavación y declarar el sitio como Campo Santo  refuerza su estatus sagrado y simbólico. Estos elementos supervivientes actúan como un punto focal para el duelo y una conexión física con la ciudad perdida y sus habitantes, encarnando la idea de un espíritu perdurable y una forma de "supervivencia" incluso en medio de la aniquilación total.

Además, los relatos detallados sobre cómo individuos o grupos específicos lograron sobrevivir, como los niños en un circo o las personas en el cementerio , ponen de manifiesto la naturaleza arbitraria y a menudo aleatoria de la supervivencia en un evento tan rápido y abrumador. Esta aleatoriedad, junto con la inmensa pérdida personal experimentada por los sobrevivientes, como Javier León León quien perdió a toda su familia , exacerbó profundamente el trauma psicológico. El acto de presenciar la aniquilación completa de su ciudad natal y de sus seres queridos desde un punto de vista "seguro"  dejó cicatrices psicológicas profundas y duraderas. Esto condujo a un duelo complejo, al sentimiento de culpa del sobreviviente y a una alta prevalencia de trastornos de estrés postraumático (TEPT), ansiedad y depresión entre quienes lograron vivir. Este aspecto del desastre resalta que las heridas psicológicas pueden ser tan devastadoras y perdurables como las físicas, subrayando la necesidad crítica de un apoyo psicosocial sostenido en los esfuerzos de recuperación post-desastre.

V. La Respuesta Global: Solidaridad sin Precedentes
La magnitud sin precedentes de la tragedia de Yungay conmovió profundamente al mundo, desencadenando una respuesta humanitaria internacional inmediata y masiva  . Numerosos países y organizaciones internacionales enviaron rápidamente ayuda humanitaria vital, que incluyó alimentos, medicinas, tiendas de campaña, equipos de comunicación y equipos de rescate especializados  .

Ayuda Humanitaria Internacional
Las contribuciones específicas de la comunidad internacional fueron diversas y significativas:

Estados Unidos: Proporcionó un apoyo logístico y aéreo considerable, desplegando aviones Hércules, helicópteros y el portaaviones USS Guam con 16 helicópteros para el transporte de ayuda humanitaria. Lamentablemente, tres helicópteros estadounidenses se estrellaron y tres paracaidistas fallecieron durante las operaciones de rescate debido a las desafiantes condiciones del terreno andino.   
Unión Soviética (URSS): En una notable y rara muestra de cooperación en plena Guerra Fría, el gobierno soviético, que había restablecido relaciones diplomáticas con Perú en 1969, envió equipos médicos, vehículos, helicópteros y viviendas provisionales. Un grupo de 55 voluntarios médicos soviéticos también brindó asistencia crucial. Trágicamente, un avión Antonov ruso que transportaba ayuda a Perú se estrelló en el Atlántico Norte, cobrando la vida de sus 22 tripulantes.   
Cuba: Participó activamente en el puente aéreo, realizando numerosos vuelos en la primera semana para rescatar sobrevivientes y entregar suministros médicos.   
Alemania: La Cruz Roja Alemana proporcionó 522 "iglúes" pequeños refugios semiesféricos de espuma plástica junto con 26 técnicos para su instalación. También entregaron 125 contenedores equipados como unidades médicas móviles.   
Francia: La Cruz Roja Francesa donó 60 casas prefabricadas, destinadas específicamente a madres viudas con hijos menores en las zonas afectadas.   
Canadá: Envió seis grandes aeronaves, realizando casi un centenar de vuelos para transportar suministros médicos y alimentos.   
Nueva Zelanda: La Cruz Roja de Nueva Zelanda donó 24 casas prefabricadas.   
España: Proporcionó una ayuda solidaria sustancial, incluyendo donaciones de sangre coordinadas por la Cruz Roja Española, medicamentos de cuidados intensivos y fondos recaudados por el público.   
Países Hermanos Latinoamericanos: Enviaron una considerable cantidad de ayuda, destacando la participación de muchos jóvenes cirujanos y enfermeros para apoyo médico.   
UNICEF: Participó en su primera gran respuesta de emergencia en Perú, asignando 500,000 dólares para equipos de telecomunicaciones, transporte e insecticidas para combatir posibles epidemias.   

A pesar de la abrumadora buena voluntad internacional, la entrega de ayuda enfrentó importantes obstáculos logísticos. Las carreteras y puentes dañados en el accidentado terreno andino dificultaron gravemente el acceso, y los suministros tardaron "entre dos y tres días en llegar al Callejón de Huaylas desde el aeropuerto de Lima". La densa nube de polvo y tierra que cubría la zona afectada también impidió el aterrizaje de aviones en los momentos inmediatamente posteriores al desastre. La rápida habilitación del pequeño aeropuerto de Anta por parte de las Fuerzas Armadas peruanas mejoró significativamente el transporte de ayuda posteriormente.   

Momentos de Cooperación Histórica
La cooperación entre Estados Unidos y la Unión Soviética en el apogeo de la Guerra Fría fue particularmente "notable y rara"  . Este hecho es un poderoso testimonio de la capacidad de la humanidad para unirse frente al sufrimiento profundo  . La colaboración entre estas dos superpotencias, que en ese momento estaban en una intensa rivalidad ideológica y política, fue altamente inusual. El hecho de que tal colaboración ocurriera sugiere que la magnitud del desastre fue tan inmensa que obligó a una suspensión temporal de las hostilidades políticas en favor de una respuesta humana compartida. Esta demostración sin precedentes de solidaridad global sentó un precedente crucial para la coordinación de la ayuda humanitaria a gran escala en futuros eventos catastróficos  . Este fenómeno revela la existencia de un imperativo humanitario que puede, en ocasiones, trascender profundas divisiones ideológicas y políticas, estableciendo las bases para futuros mecanismos de coordinación global en la respuesta a desastres.

Sin embargo, a pesar de la inmensa solidaridad internacional y la buena voluntad para ayudar, los relatos detallados de los desafíos logísticos —carreteras dañadas, nubes de polvo que impedían los aterrizajes y la llegada tardía de la ayuda — revelan una "brecha logística" crítica en la respuesta temprana a desastres. Esto pone de manifiesto que, incluso con una enorme cantidad de buena voluntad y recursos internacionales, la infraestructura física y los mecanismos de coordinación existentes eran insuficientes para entregar rápidamente la ayuda a las zonas más afectadas. Las causas de esta brecha fueron tanto infraestructurales (carreteras dañadas, falta de aeropuertos funcionales) como ambientales (nubes de polvo). Esta situación subraya la necesidad crucial de contar con ayuda pre-posicionada, infraestructura resiliente, sistemas de comunicación robustos y capacidades de despliegue rápido en las regiones vulnerables. Esto asegura que la asistencia humanitaria pueda llegar a quienes la necesitan sin demoras críticas, minimizando así el sufrimiento prolongado. Este análisis va más allá de la simple enumeración de los proveedores de ayuda para analizar la importancia geopolítica de la respuesta, mostrando cómo las crisis humanitarias pueden, en ocasiones, tender puentes inesperados entre naciones.   

VI. Reconstrucción y Reasentamiento: El Nacimiento de Nueva Yungay
Tras la devastación, el proceso de reconstrucción de Yungay fue un desafío monumental, marcado por decisiones difíciles y una compleja interacción entre la planificación técnica y las realidades socio-culturales.

La Decisión de Reubicación
Una de las decisiones más difíciles pero necesarias fue no reconstruir la ciudad de Yungay sobre su emplazamiento original, que permanecía sepultado y era considerado de alto riesgo geológico  . En su lugar, se inició un ambicioso proceso de reconstrucción con la edificación de Nueva Yungay a unos kilómetros de distancia. Esta nueva ubicación fue elegida por su mayor elevación y por considerarse más segura, fuera de la trayectoria potencial de futuros aluviones.   

El sitio original de Yungay fue oficialmente declarado Campo Santo Nacional, con una estricta prohibición de cualquier excavación o remodelación de la ciudad sepultada. Esta decisión transformó el lugar en un memorial permanente.   

Criterios de Planificación Urbana y Construcción
Nueva Yungay fue diseñada con estrictos criterios antisísmicos y de prevención de aluviones, incorporando directamente las dolorosas lecciones aprendidas de la catástrofe en su trazado urbano y tipo de construcciones  . Este enfoque marcó un cambio fundamental en la planificación urbana del país, priorizando la seguridad y la resiliencia ante desastres  .

Como respuesta directa al terremoto de 1970, se lanzó el primer código nacional de construcción sismorresistente en Perú ese mismo año. Este código ha sido actualizado en múltiples ocasiones (1977, 1997, 2003) para integrar los avances en la ingeniería sísmica y las lecciones de sismos posteriores. La nueva ciudad, construida con significativa asistencia internacional, fue dotada de servicios esenciales como electricidad, agua potable, clínicas, escuelas, una iglesia y viviendas permanentes para 1975. Los principios de planificación urbana para Nueva Yungay buscaron promover la seguridad física de los asentamientos, ordenar y consolidar el tejido urbano, y clasificar el suelo según los niveles de riesgo identificados, definiéndolo como urbano o rural en función de sus condiciones generales.   

Sin embargo, a pesar de las nuevas regulaciones y el esfuerzo en Nueva Yungay, persistieron desafíos en otras áreas del país, incluyendo prácticas de construcción informal, el uso de materiales de mala calidad y una supervisión insuficiente. Esto puso de manifiesto una brecha entre la formulación de políticas y su implementación generalizada.   

Desafíos Sociales y Logísticos
El proceso de reconstrucción fue una empresa logística y social de inmensas proporciones, que implicó la reubicación de los sobrevivientes y la planificación y edificación de una ciudad completamente nueva desde cero  .

Desafíos Sociales:

Resistencia al Reasentamiento: Muchos sobrevivientes, profundamente arraigados a sus lazos culturales y económicos con el sitio original, se resistieron firmemente a los esfuerzos del gobierno por reubicarlos. Una propuesta para trasladar la capital provincial a Tingua, a 15 km de distancia, fue mal recibida debido a su potencial para alterar las interrelaciones sociales, económicas y políticas tradicionales.   

Cambio Demográfico y Migración: La tragedia provocó cambios demográficos significativos. Un gran número de sobrevivientes de la antigua Yungay migraron a ciudades costeras, especialmente a Lima, debido a la falta de viviendas habitables, empleo y servicios básicos en la región devastada. Esta migración externa conllevó profundos cambios culturales para los migrantes, incluyendo la pérdida de su lengua quechua, vestimenta tradicional, gastronomía y relaciones sociales interculturales, mientras buscaban integración social, económica y educativa en Lima. Inversamente, también hubo una inmigración interna de personas, principalmente trabajadores y sus familias, provenientes de ciudades costeras y del sur del país, atraídos por los esfuerzos de reconstrucción.   

Transformación del Tejido Social: El desastre alteró fundamentalmente la composición social de las áreas afectadas. Condujo a la aparición de nuevas relaciones de parentesco y lazos comunitarios entre la población sobreviviente. Si bien las élites urbanas experimentaron una pérdida de identidad social, la catástrofe, paradójicamente, presentó oportunidades de movilidad social para los habitantes rurales en el "escenario de frontera" de la reconstrucción.   

Desafíos Logísticos:

Infraestructura Dañada: La destrucción generalizada de carreteras y puentes en el accidentado terreno dificultó gravemente los esfuerzos iniciales de socorro y la posterior reconstrucción.   

Interrupción Agrícola: El aluvión destruyó los sistemas de riego de Yungay, afectando significativamente la producción agrícola del año a pesar de los esfuerzos de reparación.   

La decisión de reubicar Yungay e implementar códigos de construcción más estrictos, aunque representa un compromiso progresista con la reconstrucción mejorada, se enfrentó a una paradoja crucial: la fuerte resistencia social al reasentamiento debido a profundos lazos culturales y económicos. Esto demuestra que una recuperación efectiva de desastres no es solo un problema técnico o de ingeniería, sino un complejo desafío socio-cultural. Los cambios de políticas y la planificación moderna deben lidiar con identidades comunitarias profundamente arraigadas, dependencias económicas y formas de vida tradicionales. Esto revela que las soluciones impuestas desde arriba, por bien intencionadas que sean, pueden chocar con las realidades locales, lo que lleva a resultados incompletos o controvertidos.

Además, los extensos patrones de migración interna y externa, y la profunda transformación del tejido social incluida la formación de nuevas relaciones de parentesco, la pérdida de identidad social para las élites urbanas y nuevas oportunidades para los habitantes rurales demuestran que la tragedia de Yungay actuó como una fuerza poderosa, aunque brutal, para la reestructuración social y la transformación de la identidad. El desplazamiento forzado y los subsiguientes desafíos de adaptación, particularmente la pérdida de expresiones culturales (idioma, vestimenta, gastronomía) para los migrantes, subrayan que el impacto del desastre se extendió mucho más allá de la destrucción física, alterando fundamentalmente las identidades colectivas e individuales y creando un legado duradero de disrupción y adaptación cultural.

VII. Impacto a Largo Plazo y Legado: Un Antes y un Después
La tragedia de Yungay no es solo un hecho histórico, sino un evento que permanece vivo y latente en la memoria colectiva del Perú, impulsando transformaciones fundamentales en la gestión de riesgos y dejando un legado de reflexión y prevención.

Evolución de la Gestión del Riesgo de Desastres en Perú
La catástrofe de 1970 fue un punto de inflexión que impulsó un cambio fundamental en la política de gestión de desastres en Perú.

Creación de INDECI: Como respuesta directa al devastador terremoto de 1970, el gobierno peruano creó la Brigada de Defensa Civil Peruana. Esta entidad fue formalmente establecida como el Sistema Nacional de Defensa Civil (SINADECI) el 29 de marzo de 1972, mediante el Decreto Ley No. 19338. Posteriormente, evolucionó para ser conocido como el Instituto Nacional de Defensa Civil (INDECI), formalmente formado el 27 de septiembre de 1987. INDECI es el organismo central, rector y conductor del Sistema Nacional de Defensa Civil, encargado de la organización de la población, coordinación, planeamiento y control de las actividades de Defensa Civil. Sus funciones principales incluyen la coordinación de emergencias, la formulación de políticas, la organización de simulacros y capacitaciones, y la gestión de información a través del Sistema de Información para la Respuesta y Rehabilitación (SIRR). Esta evolución ha permitido al organismo ampliar sus capacidades, pasando de un enfoque predominantemente reactivo a uno más proactivo en la gestión de riesgos.   

Creación de SINAGERD: La culminación de este proceso de aprendizaje y fortalecimiento institucional fue la creación del Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (SINAGERD) en 2011, a través de la Ley No. 29664. SINAGERD se concibe como un sistema interinstitucional, sinérgico, descentralizado, transversal y participativo. Sus objetivos principales son identificar y reducir los riesgos de desastres, evitar la generación de nuevos riesgos, y efectuar una adecuada preparación, atención, rehabilitación y reconstrucción ante situaciones de desastre, buscando una gestión integral y multisectorial del riesgo.   

Sistemas de Alerta Temprana (SAT): La tragedia de Yungay subrayó la necesidad imperante de invertir en sistemas de alerta temprana  . Los sistemas de alerta temprana multipeligros (MHEWS, por sus siglas en inglés) modernos, como el Sistema de Alerta Sísmica Peruano (SASPe), se implementan basándose en cuatro componentes clave: conocimiento de los riesgos, servicio de seguimiento y alerta (con base técnico-científica y tecnológica), difusión y comunicación (con enfoque inclusivo), y capacidad de respuesta (acciones de preparación para la población y autoridades). SASPe, el primer SAT a nivel nacional, busca proporcionar tiempo de advertencia a la población y establecerá una red de centros de control para expandir su alcance y optimizar la Red Nacional de Alerta Temprana (RNAT).   

Monitoreo de Glaciares: El desastre destacó la necesidad crítica de monitorear los glaciares, particularmente en la Cordillera Blanca  . El Instituto Nacional de Investigación en Glaciares y Ecosistemas de Montaña (INAIGEM), adscrito al Ministerio del Ambiente , se encarga de esta tarea utilizando tecnología de punta. Esto incluye sistemas de fotogrametría con drones para analizar la pérdida de espesor y volumen de los glaciares, modelado computarizado para aluviones de origen glaciar, botes robóticos con sensores de alta sensibilidad para medir profundidad y temperatura en lagunas, y sistemas de monitoreo en tiempo real que transmiten datos vía satélite para sistemas de alerta temprana. Esta labor es crucial ante la realidad de la disminución de los glaciares en Perú, que alberga el 71% de los glaciares tropicales del mundo.   

Impacto Socioeconómico a Largo Plazo
Más allá de la destrucción inmediata, el terremoto de Áncash de 1970 desató efectos negativos de largo plazo en la educación, la pobreza, los matrimonios y el trabajo, que han perdurado más allá de la destrucción material. Una investigación de Germán Daniel Caruso y Sebastián Miller para el BID reveló que, en algunos casos, estos efectos se han transmitido de una generación a otra.   

Educación: Las personas que se encontraban in utero durante el terremoto experimentaron, en promedio, 0.65 años menos de educación en comparación con quienes no fueron afectados. Los hijos de mujeres expuestas al sismo in utero también completaron 0.45 años menos de educación que los hijos de mujeres no afectadas. Aunque estas cifras puedan parecer pequeñas, en un país de ingresos medios como Perú, la pérdida de medio año de educación se traduce en una reducción del 3.9% al 5.5% en los ingresos a lo largo de la vida.   

Pobreza y Bienestar: Las mujeres expuestas in utero al terremoto tuvieron un 3% más de probabilidades de estar solteras o divorciadas. También mostraron una mayor probabilidad de tener hijas que trabajaban antes de los 16 años. Estas mujeres tendían a ser más pobres, con un 2.6% más de probabilidades de carecer de servicios básicos en el hogar, como electricidad, agua potable y refrigerador.   

Diferencias de Género: Con la excepción de casi medio año de escolaridad perdida, los hombres expuestos al terremoto de Áncash in utero no sufrieron efectos a largo plazo, una diferencia que aún requiere explicación.   

Impacto Económico General: Los daños a la infraestructura se calcularon en aproximadamente 530 millones de dólares y tardaron años en repararse. Un estudio sobre el crecimiento demográfico en Áncash entre 1961 y 1972 mostró un efecto estadísticamente significativo del terremoto en la tasa de crecimiento poblacional.   

Impacto Psicológico y Salud Mental
El acto de presenciar la tragedia de Yungay causó cicatrices psicológicas profundas y duraderas. Estudios generales sobre desastres naturales a gran escala en Perú y otros contextos revelan consecuencias significativas para la salud mental de los sobrevivientes:   

Prevalencia de Trastornos: Se ha observado una alta prevalencia de Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) (60% de las personas expuestas a un terremoto, con una tasa del 26.9% un año después), ansiedad (57.5% inicialmente, disminuyendo a 12% después de un año) y depresión (52.7% inicialmente, 17.6% después de un año). Es común la comorbilidad de estos trastornos.   

Síntomas Comunes: Los sobrevivientes pueden experimentar ansiedad persistente, alteraciones del sueño, hipervigilancia, flashbacks del evento, irritabilidad, preocupación constante, aplanamiento emocional, ataques de pánico, ira y, en casos graves, ideación suicida.   

Poblaciones Vulnerables: Los niños son particularmente vulnerables, con prevalencias de depresión (13.5%), ansiedad generalizada (10.8%) y otras patologías mentales (43.2%). Las mujeres tienen un riesgo hasta cinco veces mayor de desarrollar TEPT.   

Persistencia a Largo Plazo: La persistencia de los síntomas a largo plazo es una preocupación. Por ejemplo, un estudio en sobrevivientes del terremoto de Bam 12 años después encontró que el 38.7% presentaba TEPT y el 40.1% síntomas de depresión.   

Necesidad de Apoyo: Se subraya la necesidad de apoyo psicosocial especializado y de intervenciones como la ventilación emocional, el restablecimiento de rutinas y el fomento del apoyo comunitario para la recuperación.   

Legado en la Memoria Colectiva y la Cultura de Prevención
La tragedia de Yungay no es solo un hecho histórico; es un evento que permanece vivo y latente en la memoria colectiva del Perú  . Cada 31 de mayo, el país conmemora el "Día de la Solidaridad y de la Reflexión sobre los Desastres Naturales"  . Esta fecha es un recordatorio constante de la vulnerabilidad del país a fenómenos naturales y la imperante importancia de la prevención y preparación  . Los simulacros nacionales de sismo y tsunami que se realizan anualmente en esta fecha son un legado directo de Yungay, buscando educar a la población y fortalecer su capacidad de respuesta.   

El Campo Santo de Yungay, el antiguo cementerio que milagrosamente sobrevivió al aluvión, se ha convertido en un lugar de peregrinación, memoria y duelo. Allí, los visitantes pueden observar las copas de las palmeras que sobresalen del montículo de tierra, marcando el nivel exacto de la ciudad sepultada. Es un testimonio silencioso y conmovedor del impacto del aluvión y un espacio sagrado para honrar a las víctimas. La estatua del Cristo Blanco, aunque dañada, también se mantuvo en pie, erigiéndose como un poderoso símbolo de esperanza y resiliencia. Su supervivencia se interpreta como un mensaje de fe perdurable y fortaleza frente a una destrucción abrumadora.   

La tragedia impulsó un cambio fundamental en la conciencia nacional, pasando de una cultura fatalista a una de prevención y preparación. Sin embargo, a pesar de los avances institucionales y normativos, persisten desafíos. La continuidad de prácticas de construcción informal y la vulnerabilidad en áreas de alto riesgo en otras partes del país sugieren que, en algunos aspectos, las lecciones no han sido completamente asimiladas o implementadas de manera universal. Esto indica que el camino hacia una resiliencia total es un proceso continuo que requiere una constante adaptación y compromiso.   

VIII. Conclusiones y Recomendaciones
La tragedia de Yungay de 1970 representa un hito ineludible en la historia del Perú, un evento que, por su devastadora escala humana, trascendió la mera catástrofe natural para convertirse en un catalizador de profundos cambios en la conciencia nacional y en las políticas de gestión de riesgos. El análisis de este desastre revela la compleja interacción entre fenómenos naturales extremos y vulnerabilidades socio-geográficas preexistentes, exacerbadas por advertencias desatendidas y una percepción de riesgo caracterizada por el fatalismo. La aniquilación casi total de Yungay y la supervivencia simbólica de sus pocos hitos, junto con los testimonios de supervivencia arbitraria, subrayan la magnitud del trauma colectivo y las profundas cicatrices psicológicas y socioeconómicas que perduran a lo largo de las generaciones.

A pesar de la desolación, la tragedia de Yungay impulsó una respuesta global sin precedentes, que incluso trascendió las tensiones geopolíticas de la Guerra Fría, demostrando un imperativo humanitario universal. Más importante aún, forzó al Perú a reevaluar su enfoque ante los desastres, dando origen a instituciones clave como INDECI y SINAGERD, y promoviendo el desarrollo de normativas sismorresistentes, sistemas de alerta temprana y el monitoreo glaciar. Sin embargo, el proceso de reconstrucción de Nueva Yungay también expuso los complejos desafíos sociales y logísticos inherentes al reasentamiento, destacando la resistencia cultural y la profunda reestructuración social y de identidad que acompañan a la migración forzada.

En síntesis, Yungay es un recordatorio contundente de que, si bien no podemos evitar los fenómenos naturales, sí podemos reducir drásticamente su impacto a través de la preparación, la concientización y una planificación inteligente. Las lecciones de Yungay siguen siendo de vital importancia para la resiliencia del Perú y de otras naciones expuestas a peligros similares.

Con base en el análisis de esta tragedia y sus repercusiones, se formulan las siguientes recomendaciones:

Fortalecer la Gestión Integral del Riesgo de Desastres: Es imperativo continuar fortaleciendo el Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (SINAGERD), asegurando un enfoque integral y multisectorial que abarque la identificación, prevención, reducción, preparación, respuesta y rehabilitación a todos los niveles de gobierno y de la sociedad.

Invertir en Infraestructura Resiliente y Planificación Urbana Sostenible: Se debe priorizar la aplicación y fiscalización rigurosa de los códigos de construcción sismorresistente y los criterios de prevención de aluviones, especialmente en áreas vulnerables. Es fundamental promover una planificación urbana inteligente que considere los riesgos geológicos y los impactos del cambio climático, evitando la reconstrucción y el desarrollo en zonas de alto riesgo.

Mejorar los Sistemas de Alerta Temprana y Monitoreo: Es crucial expandir e integrar los sistemas de alerta temprana multipeligros (MHEWS), incluyendo tecnologías avanzadas de monitoreo de glaciares, para proporcionar alertas oportunas y precisas a las comunidades en riesgo. El trabajo de instituciones como INAIGEM debe ser continuamente apoyado y ampliado.

Priorizar el Apoyo Psicosocial y la Resiliencia Comunitaria: Se deben implementar programas de salud mental a largo plazo para los sobrevivientes de desastres, reconociendo el trauma intergeneracional. Es esencial fomentar iniciativas lideradas por la comunidad en la preparación y recuperación, respetando el conocimiento local y los contextos culturales.

Sostener la Educación Pública y la Comunicación de Riesgos: Es fundamental educar continuamente a la población sobre los riesgos de desastres, la preparación y los protocolos de evacuación. Las estrategias de comunicación de riesgos deben ser culturalmente apropiadas y diseñadas para abordar los sesgos psicológicos, como el sesgo de normalidad, que pueden obstaculizar la respuesta efectiva.

Promover la Investigación Interdisciplinaria y el Intercambio de Datos: Se debe incentivar la investigación continua sobre los impactos socioeconómicos y psicológicos a largo plazo de los desastres, facilitando el intercambio de datos para informar políticas y prácticas basadas en evidencia.

Fortalecer la Cooperación Internacional: Mantener y mejorar las alianzas internacionales para la ayuda humanitaria, el intercambio de conocimientos y el desarrollo de capacidades en la reducción del riesgo de desastres, aprendiendo de las mejores prácticas globales.

Yungay nos enseña que la verdadera resiliencia no solo se construye con concreto y leyes, sino con una profunda comprensión de la interacción entre la naturaleza y la sociedad, y un compromiso inquebrantable con la protección de la vida humana y el bienestar colectivo.
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